Al menos los viejos cuentos empezaban bien, pero éste ni siquiera eso. Desde el principio una misteriosa maldición se cierne de modo inexorable sobre los personajes y, conforme evoluciona el relato, su omnipresencia desconcierta al propio lector.
Cuando Tonio Vocel desaparece -¿víctima de un secuestro, retenido, huido, suprimido... ?-, la policía, incapaz de descifrar correctamente los numerosos indicios que se le presentan, no hace más que dar palos de ciego. Los amigos de Tonio toman cartas en el asunto, pero, también ellos, por poco que se acerquen a la verdad, serán presa del escurridizo asesino.
Con todo, el humor sigue reinando en el libro.
El lector tiene, asimismo, la oportunidad de probar su ingenio, ya que la solución, a la vez inasible y evidente, ocultada con esmero y sin embargo malévolamente simple, jamás desvelada pero siempre expuesta, está ante sus ojos. ¿Acaso sabrá verla? ¿Conseguirá dar con el autor de este caos? En realidad bastaría con que descubriese a...
«Como en los mitos o en las tragedias antiguas, esto es una cadena de historias familiares con un "exceso" de gemelos y de dobles, de nacimientos y de adopciones sorprendentes, de madres que mueren nada más dar a luz, de padres que quieren vengarse de sus hijos porque son sus hijos -todo ello salpicado con algún incesto» (Claude Burgelin).
«Mientras salvaguarda los derechos de la fantasía, Perec consigue abolir el azar... Con El secuestro Perec pasa a ocupar, en el seno de la producción literaria de nuestro tiempo, un lugar del todo aparte, y reencuentra algunas de las más auténticas cualidades de la literatura, que conforman el encanto de este libro inclasificable» (Marcel Benabou, La Quinzaine Littéraire).
«Si puedes ve corriendo a una librería o a una biblioteca, hazte con un ejemplar de El secuestro y saboréalo despacio. Pero debes permanecer con los cinco sentidos alerta y morderte la lengua para no revelar el... iEeiiioouugh!» (Paul Gray, Time).