Libro de historietas encuadernado en cartoné de 72 páginas interiores en blanco y negro más cubiertas, segunda edición en España ampliada y revisada. Volumen único.
Un largo silencio, de Francisco Gallardo Sarmiento y Miguel Gallardo, ve de nuevo la luz quince años después de su primera edición con el añadido de páginas de cómic y material gráfico complementario de una historia en la que Miguel reproduce el relato en primera persona de los primeros 31 años de la vida de su padre, Francisco, militar republicano, desde su nacimiento hasta 1940, cuando conoce a la que sería su mujer.
A Francisco Gallardo le tocó vivir la guerra civil –apunta en el prólogo– “en el bando de los que nunca habían tenido, ni tenían nada”, es decir, en el bando de los que la perdieron. Tras 40 años sin decir una palabra más alta que la otra, rompió su silencio y su hijo, el dibujante Miguel Gallardo, levantó acta y complementó el texto con ilustraciones, páginas de cómic, fotografías y documentos de la época; un proceso que le llevó diez años completar y que ahora amplía en esta nueva edición que presenta un formato mayor con ocho páginas más y pasa a tener tres colores frente al bitono original.
Miguel Gallardo subraya que su padre fue “un héroe. No de esos que salen en las películas, ni un héroe de esas novelas baratas que él guardaba en el segundo cajón de su mesa en la oficina. Su hazaña ha sido sobrevivir, sobrevivir para enamorarse de mi madre, para que mi hermano y yo estemos aquí, sobrevivir para hacer amigos, para leer, para reír… Para todo ello mi padre se tuvo que convertir en una sombra durante mucho tiempo, y las sombras no tienen voz”. Y cuando Francisco por fin abrió la boca para contar su historia, Miguel descubrió al hombre que había “detrás de la sombra”.
“Un sincero homenaje filial extensible a toda una generación de seres humanos derrotados: un libro emocionante y verdadero”. Emilio Manzano. La Vanguardia
“Son anécdotas hermosas, humanas, tristes y muy parecidas a aquellas que escuchábamos cuando alguien, en plena sobremesa, tocaba unas cuantas notas del violín de la memoria”. Guillem Martínez. El País