El 3 de septiembre de 1939, el submarino alemán U-30, hundía el trasatlántico británico Athenia y empezaba así una de las campañas más largas de la Segunda Guerra Mundial: la batalla del Atlántico.
Durante un tiempo, la Kriegsmarine, la flota submarina alemana, provocó grandes pérdidas a la marina británica, hundiendo todo barco mercante que cruzaba el océano con suministros.
Pero en 1943, gracias al sonar, a cargas de profundidad más precisas y a que los aviones aliados tenían mayor autonomía de vuelo y un potente radar, los sumergibles alemanes se convirtieron entonces en una presa fácil.