Cuaderno de historietas grapado de 66 páginas interiores en bitono más cubiertas, tebeo de humor gamberro que contiene material nunca antes publicado. Volumen único.
¿Ha oído usted hablar de la autocensura? Pues Johnny Ryan no. A él todo eso de los tebeos que ya no se pueden hacer, la falta de libertad y los límites del humor le suenan a milonga rioplatense. «Fóllate a mi hijo» es un libro de amor maternal, ¿hasta dónde está dispuesta a llegar una madre para favorecer el ayuntamiento carnal de su hijo? ¿a la coacción? ¿amenazas? ¿secuestro? Va bien, va bien... siga, siga. «Fóllate a mi hijo» tiene aire de esas novelas negras pasadísimas de rosca en las que la Carmen Mola de turno va estresando la situación a todo lo que da, en un tour de force por lograr que el lector aparte la mirada, sienta pánico y repulsión. En ese tremendo esfuerzo por generar terror es frecuente que estas novelas rocen la comicidad, una comicidad extrema y rara, pero que da risa a fin de cuentas. En este caso Johnny Ryan es cómplice del lector y lleva la crueldad y el mal rollo al extremo, provocando una extraña mueca que es mezcla de sonrisa y repelús, y generando en su glotis sonidos guturales a medio camino entre la carcajada y la arcada.